miércoles, 26 de mayo de 2010

EL REY MIDAS

Hoy os hablamos de otro personaje de cuentos tradicional com es El Rey Midas.
Midas fue un rey de gran fortuna que gobernaba en el país de Frigia. Vivía en un hermoso castillo rodeado de grandes jardines y bellísimas rosas. Era poseedor de todo tipo de objetos lujosos. Compartía su vida de abundancia con su hermosa hija Zoe. Aún repleto de riquezas, Midas pensaba que la mayor felicidad le era proporcionada por todo su oro.

Un día, El dios de la celebración muy agradecido por la gentileza de Midas con usúbdito suyo, le dijo: "Me has dado tal placer al haber cuidado de mi amigo que quiero hacer realidad cualquier deseo que tengas". Midas respondió inmediatamente: "Deseo que todo lo que toque se convierta en oro". Dionisio frunció el entrecejo y le dijo: "Seguro que deseas eso?". A lo que Midas respondió: "Seguro, el oro me hace tan feliz!" Finalmente, Dionisio contestó reacio: "Muy bien, a partir de mañana todo lo que toques se transformará en oro". Al siguiente día, Midas, se despertó ansioso por comprobar lo que Dionisio le había prometido. Extendió sus brazos tocando una mesita que de inmediato se transformó en oro. Midas, saltaba de felicidad! Y continuó comprobando... tocó una silla, la alfombra, la puerta, la bañadera, un cuadro y siguió corriendo como un loco por todo su palacio hasta quedar exhausto y al mismo tiempo contentísimo! Se sentó a desayunar y tomó una rosa entre sus manos para respirar su fragancia.

Sin reflexionar, se le ocurrió comer un granito de uva, pero casi se quebró una muela por morder la pelotita de oro que cayó en su boca. Justo en ese momento, su querida gatita saltó para sentarse con él, pero al querer acariciarla, quedó como una estatua dura y fría. Midas se puso a llorar: "Sentiré solamente cosas frías el resto de mi vida?", gritaba entre lágrimas. Midas quiso detenerla pero al instante una estatua de oro había quedado a su lado. El rey lloraba desconsoladamente.

Finalmente levantó los brazos y suplicó al dios Dionisio: "Oh, Dionisio, no quiero el oro! Ya tenía todo lo que quería! Solo quiero abrazar a mi hija, sentirla reír, tocar y sentir el perfume de mis rosas, acariciar a mi gata y compartir la comida con mis seres queridos! Por favor, quítame esta maldición dorada!" El amable dios Dionisio le susurró al corazón: "Puedes deshacer el toque de oro y devolverle la vida a las estatuas, pero te costará todo el oro de tu reino" y Midas exclamó: "Lo que sea! Quiero a la vida no al oro!" Dionisio entonces le recomendó: "Busca la fuente del río Pactulo y lava tus manos. Este agua y el cambio en tu corazón devolverán la vida a las cosas que con tu codicia transformaste en oro". Midas corrió al río y se lavó las manos en la fuente, agradecido por esta oportunidad. Se asombró al ver el oro que fluía de sus manos para depositarse en la arena del fondo de la fuente. Rápidamente, llevó una jarra de agua para volcar sobre Zoe y rociar a la gata. Al instante, sonaba en el silencio la risa y la voz musical de Zoe y el ronroneo de la gata. Muy contento y agradecido salió Midas con su hija para buscar más agua del río Pactulo y así poder rociar rápidamente todo lo que brillaba de oro en el palacio. Gran alegría le proporcionó a Midas el observar que la vitalidad había retornado a su jardín y a su corazón. Aprendió a amar el brillo de la vida en lugar del lustre del oro. A partir de lo ocurrido, jamás dejó de disfrutar de la auténtica y verdadera felicidad La leyenda del Rey Midas es un mito clásico sobre la tragedia inevitable cuando la verdadera felicidad no se es reconocida.


REFLEXIONES SOBRE EL REY MIDAS

La vieja historia del rey Midas, (la codicia que lo dominaba), es aleccionadora y nos invita a pensar, reflexionar y darnos cuenta de las consecuencias que podemos atraernos siendo esclavos de nuestros propios deseos.

Por suerte, el rey Midas reconoció su error a tiempo y pudo revertir semejante situación. En tiempos actuales, ese oro de la leyenda, se halla sustituido por el afán desmedido de poseer dinero, excesos de bienes, riquezas, comodidades, lujos, apariencias, poder, etc.

Un individuo en estas condiciones puede llegar al extremo de cometer graves injusticias, mentir, robar, matar, delinquir, someter a su familia y toda una sociedad a las nefastas consecuencias que el mundo ya ha experimentado en su larga historia.

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