A través del siguiente artículo, que hemos extraído de una web de piscología infantil, queremos explicar porqué es importante para un niño esforzarse en sus estudios y porqué los padres deben tomar seria conciencia de su responsabilidad en el tema.
La importancia de recompensar el esfuerzo
Los niños pequeños no distinguen bien entre el esfuerzo y la capacidad. Es a partir de aproximadamente los 8 años cuando se dan cuenta que hay niños más capaces, y que si quieren conseguir los mismos resultados que ellos deben esforzarse más.
Por eso, si desde que entran en la escuela, los padres premian el esfuerzo, no sólo los resultados, los niños se acostumbrarán a esforzarse para conseguir sus objetivos y adquirirán las bases de unos buenos hábitos de estudio y trabajo.
Los padres deben preocuparse de reforzar (elogiar, reconocer, prestar atención, etc.) el esfuerzo que les cuesta conseguir las cosas a sus hijos. Hay niños a los que les cuestan mucho los aprendizajes y, sin embargo, los padres pueden cometer el error de considerar sus resultados como mediocres.
Actividades que nos pueden parecer fáciles, como reconocer las letras, unirlas en sílabas y leerlas, suponen un gran esfuerzo. Si a eso unimos la impaciencia o malas caras de los adultos cuando no se aprende rápido, etc., la tarea se vuelve más difícil, por lo que el niño puede desanimarse y evitar la lectura.
Por ello, la mejor manera de ayudar al niño es no comparándolo con otros, sino con él mismo. En cuanto notamos un pequeño avance, aunque sea pequeño en relación al de otros niños (hermanos, primos, compañeros de clase) debemos hacerle ver que está consiguiendo sus objetivos. De esa manera, aunque le cueste, no tirará la toalla, y se animará por lo conseguido.
No hay que perder de vista que el niño ve su progreso a través de lo que los padres y profesores le trasmiten, cuando valoran o desvalorizan su esfuerzo.
Los niños pequeños no distinguen bien entre el esfuerzo y la capacidad. Es a partir de aproximadamente los 8 años cuando se dan cuenta que hay niños más capaces, y que si quieren conseguir los mismos resultados que ellos deben esforzarse más.
Por eso, si desde que entran en la escuela, los padres premian el esfuerzo, no sólo los resultados, los niños se acostumbrarán a esforzarse para conseguir sus objetivos y adquirirán las bases de unos buenos hábitos de estudio y trabajo.
Los padres deben preocuparse de reforzar (elogiar, reconocer, prestar atención, etc.) el esfuerzo que les cuesta conseguir las cosas a sus hijos. Hay niños a los que les cuestan mucho los aprendizajes y, sin embargo, los padres pueden cometer el error de considerar sus resultados como mediocres.
Actividades que nos pueden parecer fáciles, como reconocer las letras, unirlas en sílabas y leerlas, suponen un gran esfuerzo. Si a eso unimos la impaciencia o malas caras de los adultos cuando no se aprende rápido, etc., la tarea se vuelve más difícil, por lo que el niño puede desanimarse y evitar la lectura.
Por ello, la mejor manera de ayudar al niño es no comparándolo con otros, sino con él mismo. En cuanto notamos un pequeño avance, aunque sea pequeño en relación al de otros niños (hermanos, primos, compañeros de clase) debemos hacerle ver que está consiguiendo sus objetivos. De esa manera, aunque le cueste, no tirará la toalla, y se animará por lo conseguido.
No hay que perder de vista que el niño ve su progreso a través de lo que los padres y profesores le trasmiten, cuando valoran o desvalorizan su esfuerzo.
Fuente: psicologiaescolar.com
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